LOS INTELECTUALES Y ESPAÑA. RAFAEL DÁVILA
EL MUNDO, EDICIÓN DE 30.01.2021
General de División en la reserva, publica desde hace años un blog que tiene cinco millones de usuarios y que es seguido por todo el Ejército y temido por su honestidad y rigor en el Ministerio de Defensa. Defiende la libertad de expresión de los militares retirados, afirma que el único golpe de Estado que existe es el que están dando Sánchez e Iglesias y critica que se vea a los soldados como agentes de protección civil.
No entiende el General Dávila (Madrid, 1947) que, si todos los españoles disfrutan de la libertad de expresión, se tenga que hacer una excepción con los militares.
Menos aún, cuando pasan a la reserva. Por eso, desde que lo jubilaran a los 60 años («por edad, no por capacidad», aclara) se encomendó a la tarea de escribir diariamente en su blog para dar rienda suelta a sus inquietudes literarias e históricas, que no son pocas.
Pero también, para comentar la actualidad como cualquier ciudadano preocupado por la cada vez más degradada situación política. Y con el propósito de acercar las Fuerzas Armadas a toda la sociedad, en el convencimiento de que el militar debe ser una persona mucho más asequible. «Vamos a ver», se pregunta:
«¿Por qué no puede un militar contar, dentro de lo que se pueda, lo que está
pasando en Letonia? ¿O en el Líbano? ¿Tú sabes lo que está haciendo
España en el Líbano? Yo soy general y tampoco tengo ni idea».
Pregunta.– ¿Y con el Jemad, qué ha pasado?
Respuesta.– Me sorprendió su dimisión, pero a él también le debió sorprender. Es absurda esta ola de populismo que estamos viviendo. Pero no es un fenómeno nuevo. En la Anábasis, Jenofonte cuenta cómo un soldado le increpa a un general diciéndole: tú que vas a caballo mientras yo arrastro el escudo... Vamos a poner a cada uno en su sitio. El máximo jefe operativo del Ejército (porque la ministra o el presidente del Gobierno no son mandos operativos) y el resto de los jefes de las FFAA deben ser los primeros en vacunarse.
Esto es algo que todo el mundo entiende. Pero con esto solo se pretende desviar la atención. El verdadero problema está en que tenemos un Gobierno que no ha sabido gestionar la pandemia desde el principio. Y en estos momentos que tiene la solución en sus manos con las vacunas, tampoco sabe qué hacer Encima, el presidente del Gobierno, con descaro ofensivo, dice en la campaña electoral en Cataluña que ha iniciado el señor Illa, que estamos asistiendo a los últimos coletazos de la pandemia, cuando hoy mismo se está enterrando a gente. Un poco de decencia intelectual. Dejemos el populismo de lado en estos momentos y unámonos.
P.– El Jemad dijo que estaba cumpliendo el protocolo que había diseñado el Ministerio de Defensa.
R.– Supongamos que ha dimitido y que no le hayan presionado. He conocido muchos casos a lo largo de mi carrera. En este, no lo sé. Lo que sí sé es que la postura adoptada por el ministro del Interior clama al cielo, quitando de su puesto al mediador entre el ministerio del Interior y el de Defensa ¿Pero qué Gobierno es este? El ministerio de Defensa y el de Interior tienen que trabajar mano a mano, y uno no puede presionar al otro. En principio, la información que dieron todos los medios fue la de que el Jemad se había saltado la cola; luego varió: ahora ya no se había saltado la cola, sino que obedecía a un protocolo; pero luego ya no es un protocolo, sino una orden que había dado la subsecretaria de Defensa; y al final la conclusión es que no tenía que haber dimitido. Tengo la impresión de que Margarita Robles no se ha quedado contenta con la forma en que se ha resuelto este tema. Lo que yo no concibo es que la ministra, que parece distinta al resto, esté en un Gobierno con comunistas, separatistas y populistas que quieren arruinar España. Estos señores no son la democracia.
P.– Dice Robles que hay ruido de sables por una carta que le enviaron unos compañeros suyos al Rey.
R.– Hay algo fundamental en la vida diaria de una democracia. Y eso se llama ni más ni menos que libertad. Los generales y coroneles retirados que le han mandado una carta al Rey, ¿qué daño hacen? Además, ¿han incumplido alguna ley, alguna norma o algún reglamento? La palabra Retirado está admitida por la ley de la Carrera militar. Creo que la ministra, presionada, salió un poco fuera de tono.
Esta sociedad se tiene que abrir a escuchar a los militares, y esa es una de las cosas que yo quise hacer con mi blog. Los militares no tienen tan limitada su libertad de expresión. Un militar en activo no puede hablar de secretos de Estado, de cuestiones que atañen a la disciplina, de temas que conozca por su puesto, ni tomar partido políticamente. Pero del resto sí. Parece que a los militares solo los quieren retirados. La sociedad tiene que integrarlos y acostumbrarse a que igual que los abogados, periodistas, médicos, escritores, filósofos... también los milita- res pueden escribir defendiendo la unidad de España.
P.– ¿Está presente aún la sombra del 23-F?
R.– El estigma golpista, sí. Todavía creen que vamos a sacar los tanques a la calle. Pero los golpes hoy se dan tecnológica y mediáticamente, aquí ya no se mueve nadie si no se mueven Google, Amazon, Facebook...
P.– El mes que viene se cumplen 40 años del 23-F, ¿se sabe ya todo lo que
ocurrió?
R.– Yo no tengo documentos suficientes para poner sobre la mesa, pero tengo impresiones muy próximas, porque me han contado y he vivido muchas cosas. El 23-F no fue un golpe militar, como se dice. Los que entraron en el Congreso fueron guardias civiles, y solo después se incorporaron unos pocos militares. Pero todo eso se movió políticamente antes, y en ese puzzle de piezas, con una clara desorganización y desinformación, se les coló un elemento extraño, que entraba y salía. Traslademos aquí la frase de Ortega sobre la Segunda República: «¡No era eso, no era eso!».
P.– ¿La trama civil fue más importante que la militar?
R.– Estoy totalmente seguro. Puedo equivocarme, pero esta trama da sus primeros pasos en Cataluña...
P.– ¿Con Armada en Lérida...?
R.– Él forma parte. Y alguno más. De aquellos, todavía hay alguno que vive...
P.– ¿Civil o militar?
R.– Militar o civil, no sé, es que hay gente con un puesto tan extraño que ya no sabes lo que es. ¿Tú sabes de quién es la expresión golpe de timón, que todos repetían aquellos días? De Tarradellas. Y luego está también aquella otra frase: «Tranquilo, Jordi, tranquilo», que es la que le dice el Rey a Jordi Pujol cuando se pone nervioso. Yo estuve meses antes de que muriera con Armada, que era muy amigo de mi padre, porque estaban juntos en el primer equipo que se formó en Zarzuela, cuando Don Juan Carlos aún era príncipe.
Armada me dijo una frase crucial, que es de Napoleón: «Un error es peor que un delito». Dice mucho. Pero eso ya es historia. El problema es que ha quedado en la conciencia de la gente el rescoldo de la imagen del militar como golpista. Y no es real.
P.– Pero la sociedad valora también mucho la labor social de las FFAA, sobre todo de la UME.
R.– El problema es que quieren convertir el Ejército en una ONG con pistolas. Somos maravillosos porque ayudamos en la pandemia, o porque hemos quitado la nieve. Pero lo esencial es que hemos estado en Irak, hemos estado en Malí, estamos ahora desplegados en la frontera de Letonia, estamos en Turquía, y en todas esas operaciones los soldados se están jugando el tipo.
Zapatero hizo dos cosas fatales. Una, la Memoria Histórica, una ley malintencionada. Y la otra, la creación de la UME. En la Academia no nos enseñan a limpiar carreteras ni a ser bomberos ni sanitarios. Eso es un fracaso tremendo de la protección civil. Además, esas funciones las ha hecho el Ejército siempre. Lo que ocurre es que quieren eliminar el aspecto bélico del Ejército, pero la vida es como es, lea usted a los clásicos, la guerra está en el corazón humano, no en los tanques.
Y esto no lo digo yo, lo dice Spinoza. Cuando Herodoto habla de Píndaro dice que la costumbre es la reina de la vida. Y el último artículo de González Ruano, al que yo leía siempre en ABC, se titulaba así, La costumbre. Y decía: «Creo que me he acostumbrado a no vivir». Y luego se murió. Eso es lo que está haciendo este Gobierno, acostumbrarnos. Nos quiere acostumbrar a que el Ejército no sea un Ejército operativo, con cañones, con carros de combate, con aviación... sino un Ejército, doméstico. Y lo más grave. Quiere que nos acostumbremos a dejar de ser españoles, permitiendo la separación de España. Y algo que ningún país del mundo permitiría. Que a quienes han estado asesinando desde antes del año 75, español tras español, día tras día, a militares, guardias civiles, políticos... se les permita ser un apoyo del Gobierno. Y ya nos hemos acostumbrado a ver así a los terroristas. Y luego, la señora ministra dice que la amenaza son los militares.
P.– ¿Hay riesgo de ruptura de la unidad nacional?
R.– Yo me atrevería a decir que España está rota. Pero ya nos hemos acostumbrado. En la pandemia se ha visto. No hay un Estado, lo que hay son 17 autonomías, cada una haciendo lo que le da la gana o puede, el presidente del Gobierno desaparecido, el ministro de Sanidad que se va a Cataluña... España sigue siendo España, pero está rota. Y va a costar reconstruirla. Porque quitando a todos los del PSOE que apoyan la unidad de España, que son muchos, no entiendo qué hacen que no se unen PP, Vox y Ciudadanos. Ortega y Gasset lo define como nadie: una nación unida que va al federalismo es una catástrofe. Al federalismo acuden las naciones que desunidas buscan un lugar común. Y nosotros vamos en sentido contrario.
P.– ¿Fue un error instaurar el Estado de las Autonomías?
R.– Para mí sin duda. Pero es algo que ya debemos aceptar.
P.– Hablando de la integridad territorial ¿corren peligro las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla?
R.– Creo que no. Los marroquíes son inteligentes. Ceuta y Melilla son los pilares de un puente que África no puede olvidar, un puente necesario para cruzar a Europa. El problema es que los americanos no se fían de nosotros, y menos ahora, y se apoyan mucho en Marruecos, porque el Mediterráneo es todavía muy importante y el norte de África es un polvorín: Libia, Argelia, Mauritania... y si bajas un poco, Mali. Por eso no creo que abandonen Rota, y de esa forma se entiende lo de Gibraltar, que no nos engañemos, hablemos claro, es exclusivamente una base militar...
P.– Y un paraíso fiscal...
R.– Que es lo que esconde a la base militar. Con el Brexit, Europa ha perdido una potencia militar tremenda, la de Gran Bretaña, y se ha quedado indefensa. Porque Alemania es potente económicamente, ¿pero cuántas divisiones tiene? Es cierto que Reino Unido sigue en la OTAN, pero ante todo está con EEUU, y no se irá de Gibraltar. Y a España la tienen prisionera por los trabajadores que están allí.
P.– ¿Qué relación deberíamos tener con Marruecos?
R.– La política de Franco fue siempre ceder, y antes Primo de Rivera quiso entregar Melilla e inició el repliegue en el Sáhara, aunque luego hizo el desembarco.
La política correcta con Marruecos es la que hacía Don Juan Carlos, que era íntimo amigo de Hassan II. Y es la que deberíamos seguir ahora, la de limar asperezas, la de acercarse. Si tuviésemos políticos inteligentes, aprovecharían la oportunidad de que se va a celebrar ahora el centenario de la tragedia de Annual, y darle la vuelta, no plantearlo como un enfrentamiento, sino todo lo contrario, como un hermanamiento. España no luchó allí contra el sultán, sino a favor de él y contra los que querían independizarse de Marruecos, que era Abd el-Krim. El colonialismo español quiso siempre una África próspera y unida. Echo de menos esa política de proximidad, porque muchas veces se resuelven los problemas con un acercamiento personal. Y eso Don Juan Carlos sabía hacerlo muy bien.
P.– ¿Qué opina de los ataques al Rey Emérito?
R.– Yo le tengo mucho cariño y afecto a Don Juan Carlos, por todos los años que he estado a su lado al frente de la Guardia Real. Se está utilizando la figura de Don Juan Carlos para atacar la Monarquía. Pero no es algo nuevo.
El historiador Jesús Pavón, una de las personas que mejor conoce la figura de Napoleón, decía que éste cometió en España tres errores gravísimos: el error nacional, el error monárquico y el error religioso. En un pueblo como el español, díscolo, enemistado con él mismo, hay tres cosas que se han mantenido a lo largo de la Historia, pongamos desde el siglo XV. Y Napoleón quiso imponer un Rey, quiso ocupar España y eliminar la religión. Y esos tres errores se están repitiendo, al menos desde Zapatero. Él y Sánchez son los dos personajes más nefastos que ha tenido España desde Enrique IV. Están manejándonos para deshacer nuestra identidad.
P.– ¿Le dio Carmena la placa de la calle con el nombre de su abuelo que quitaron?
R.– Fue Gallardón el que me la prometió, pero no me la dio. Yo le escribí a Carmena dándole las gracias por quitar la placa de mi abuelo, porque en su día él se hubiese negado a que se pusiese una calle con su nombre. Él tenía el convencimiento de haber servido a España y no necesitaba ningún reconocimiento más.
P.– En breve, publicará un libro sobre su figura...
R.– No es exclusivamente sobre mi abuelo. He querido, de una manera muy documentada, pero sencilla de entender, explicar lo que ocurrió desde el año 1931, cuando echan a Alfonso XIII, hasta el año 1939. Y como es lógico, lo escribo desde el lugar de donde tengo documentos, porque yo del otro lado no los tengo.