La Defensa Nacional es una cuestión de Estado y debe satisfacer las necesidades estratégicas de España, no las opciones ideológicas del Gobierno; además de consensuada con las diferentes fuerzas políticas mayoritarias, debe lograr una aceptación general de la población española.
No es el caso de la vigente DDN 2020, emitida por el Presidente del Gobierno el pasado 31 de agosto, y que debiera servir de base para el planeamiento de uno de los elementos básicos y principal de la Seguridad Nacional de España, su Defensa.
La Defensa Nacional no tiene por qué ser doctrinalmente inmutable, y sí es posible que cada Gobierno de turno inscriba sus prioridades cuando emite su decisión en torno a aquella, pero no debe dar un giro político terminante y mucho menos tener sesgos ideológicos apreciables.
La Defensa Nacional de Francia, país con el que se comparten tantos aspectos, es enunciada y repetida hasta por los escolares, que la estudian y la conocen, y por lo tanto la aceptan, porque tiene unos visos de comprensión notables y es poco ideológica (Símil de los Tres Círculos: Disuasión Nuclear, Cooperación con los Aliados y Acuerdos de Defensa con la Francofonía), y por ello es compartida.
Cuando se repasa la DDN 2020, no parece que esté redactada para España, pues salvo en contadas ocasiones que se cita a nuestro país, sus principios y directrices de ejecución podrían valer para cualquier entorno geopolítico similar al nuestro.
Su calificación de la Defensa Nacional, como servicio público, generador de seguridad, y por tanto de derechos y libertades, no termina de ser un acierto apreciable, cuando no se refleja su carácter de integración de todos los esfuerzos nacionales, restándola un concepto globalizador, y no se precisan los instrumentos que acompañarían al esfuerzo militar. La Seguridad Nacional, que es un efecto más que una organización, cumple este cometido con la insatisfacción por los resultados que se han podido apreciar en la gestión de esta pandemia.
La eficacia de la aportación militar en la lucha contra la pandemia ha creado el concepto, político, de que las FAS sirven para todo, detrayéndolas de los cometidos para los que han sido adiestradas, y son válidas, forzando «una adaptación y transformación constantes» para misiones que otros colectivos nacionales podrían realizar.
La preferencia de la Estrategia Global de la Unión Europea, sobre la OTAN, constituye un verdadero riesgo para el futuro de nuestra Defensa Nacional dados los males que aquejan a la UE, su trayectoria de intentos fallidos de realización, las perspectivas de su reducida efectividad en la resolución de los problemas europeos, el apagado de las «locomotoras» que la han dado impulsos esporádicos, y la gran competición de las industrias nacionales de Defensa en Europa.
Los muchos desafíos, pocas amenazas y ningún riesgo, en la Directiva, es el reconocimiento, equivocado, de que España, en términos geopolíticos, no está en la frontera de uno de los escenarios más desestabilizadores del mundo, aspecto que sí es políticamente correcto para con los vecinos pero no en términos de riesgo.
La inclusión de la influencia de la mujer en la resolución de los conflictos, y su citación repetida, más veces que la OTAN, es un indicio del contenido político de la directiva, y de la composición del Gobierno. El respeto y buen hacer de la mujer, del que siempre han hecho gala las Fuerzas Armadas, en sus más de 20 años de integración exitosa, es reconocido, practicado y valorado de forma permanente.
Dentro de los escenarios, la exclusión del desequilibrio que puede estar sufriendo la disuasión española, con los países del sur, que declaran sus intenciones de extensión de sus aguas territoriales en nuestra dirección, no hace un buen servicio a la paz futura, como la historia reciente ha demostrado.
El no citar la penetración económica de China, tan intensa en nuestras zonas de influencia africana e iberoamericana, apoyada también en un incremento de su poder tecnológico, espacial y militar, de momento en la zona Indo Pacífica, así como la tolerancia y complacencia política que se aplica a su sistema represor de partido único, es indicio del carácter ideológico que subyace en esta directiva.
La relación con Estados Unidos y el vínculo transatlántico, clave de bóveda de la OTAN, no se citan, cuando tenemos un Tratado Bilateral de Cooperación en materia de Defensa, constituye un olvido de gran contenido ideológico, máxime cuando España se ha convertido en objetivo, por las decisiones presidenciales de antaño, de albergar la componente naval del Sistema Antimisiles de EEUU.
La falta de reconocimiento de los daños a la economía producidos por la COVID 19, la situación frágil interior, como riesgo, y las dificultades a que se enfrentan las FAS para mantener su operatividad, son indicios del mantenimiento de la ideología sobre la realidad.
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Ricardo Martínez Isidoro es general de división (R)
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