Desde los orígenes de la humanidad, todas las civilizaciones han dado una especial relevancia al culto a sus muertos. Esta liturgia funeraria cobraba una especial significación cuando el fallecido, poniendo en riesgo su vida, realizaba una acción relevante a favor de su pueblo. Hoy en día, afortunadamente, en nuestra sociedad seguimos teniendo héroes a quien honrar su memoria, que arriesgaron sus vidas en aras al bienestar común de sus conciudadanos.
Esta tradición secular fue la que movió a los gobiernos de Gran Bretaña y Francia, al finalizar la I Guerra Mundial, a erigir un monumento funerario que simbolizase a todos aquellos soldados caídos en tan sangrante y devastadora contienda bélica. Con este monumento se quiso dar también una sepultura física a todos aquellos soldados desaparecidos en combate y desconocidos; “conocidos, pero por Dios”, como se grababa en algunas lápidas. A este monumento funerario simbólico se le denominó la Tumba al Soldado Desconocido.
Esta simbología fúnebre, para honrar la memoria de los compañeros de armas que, en cumplimiento de su deber, perdieron la vida en acto de servicio en defensa de la Patria, se extendió por todos los países del mundo a lo largo de los años 20. La mayor parte de estos monumentos, mantienen una Guardia de Honor que vela y protege el sueño eterno de los soldados caídos en combate.
Así, podemos señalar la tumba existente en la Abadía de Westminster en Londres; en el Altare della Patria en Roma; en la Plaza Sintagma en Atenas; en los jardines de Alexander en Moscú o la que se levanta en el Cementerio Nacional de Arlington en Virginia, entre las más conocidas.
En nuestro país contamos con el Monumento a los Caídos por España, inaugurado el 2 de mayo de 1840 en recuerdo a las víctimas del alzamiento en armas contra el ejército francés en la Guerra de la Independencia que “descansan en este campo de lealtad regado con su sangre. Honor eterno al patriotismo” reza en una de sus placas. Posteriormente, fue S.M. el Rey Juan Carlos I el que lo inauguró en 1985 en “Honor a todos los que dieron su vida por España”.
El acto de homenaje a los caídos es un sentido recuerdo que honra la memoria de todos los soldados y marineros caídos en la defensa de España, que tiene y ha tenido muchos frentes abiertos a lo largo de su larga historia. La rendición de honores a los caídos por España es una ceremonia que está presente en todos los actos relevantes de carácter institucional y militar. Este homenaje, pero con un ceremonial más sencillo, se repite todos los días en las unidades, centros y organismos (UCO) de las Fuerzas Armadas españolas, en el ocaso del día, tras el arriado de la Enseña Nacional, con el toque de oración.
La terrible pandemia que estamos sufriendo generada por la COVID-19, nos ha obligado a cambiar muchos de nuestros hábitos y la forma de vida que llevábamos hasta ahora. Nos ha hecho modificar muchos de los estándares sociales y a aceptar un cambio de paradigmas que, hasta ahora, teníamos como referencia. Sólo se aprecia lo que tienes hasta que lo pierdes. Mascarilla, gel hidroalcohólico, lavado de manos, vacunación, saludos distantes, teletrabajo, ERTES y un largo etcétera sin fin, es la seña de identidad de estos “annus horribilis” que nos ha tocado vivir. La lucha desigual contra un enemigo invisible, pero letal, en un principio a pecho descubierto y sin las debidas protecciones sanitarias, ha costado la vida a muchos españoles. También ha sacado a relucir los mejores valores de nuestra sociedad. Cada uno de nosotros ha aportado y lo sigue haciendo, lo mejor de sí, en esta lucha contra un virus que aún nos tiene atenazados.
Empezando por nuestro personal sanitario en los hospitales, las FFCCSE en su protección y seguridad constante de los ciudadanos, los miembros de las FFAA apoyando con sus medios y personal para prevenir y evitar que haya más muertes, los docentes, farmacéuticos, los trabajadores de los servicios públicos esenciales y tantos y tantos otros que, anteponiendo el bien común, han continuado en su puesto de trabajo, en su puesto en formación. Muchos de ellos, lamentablemente, pagando sus actos de generosidad para con los demás, con su propia vida.
Aquellos que siguen al pie del cañón, en sus diferentes puestos de trabajo, ante tanta adversidad y desasosiego, merecen nuestro reconocimiento y gratitud por el valor demostrado. Una de estas públicas recompensas, en el ámbito militar, ha sido la justa creación de la Medalla Operación Balmis por el Ministerio de Defensa, para su concesión a aquellos miembros que han actuado con un extraordinario sentido del deber en defensa de los demás. Los que han sido meritoriamente recompensados, lucirán en su pecho con honor esa medalla que les identificará para siempre y en su memoria, la imborrable satisfacción del deber cumplido.
Guardia de Honor en el Cementerio Nacional de Arlington, Virginia, EE.UU.
Paseando por el Madrid primaveral, en esta atípica Semana Santa, en donde la procesión, nunca mejor dicho, va por dentro, me he acercado a la plaza de la Lealtad en donde se erige el Monumento a los Caídos por España. Mantengo un momento de recogimiento y rezo una oración por el alma de todos aquellos valientes compatriotas que, en cumplimiento del deber, ofrecieron su vida por España. La muerte no es el final.
La llama perenne que luce en el monumento, con su vivo movimiento y cálida sensación, mantiene vivas las almas de aquellos españoles que nos dejaron. Me viene a la mente aquellos valientes que han muerto luchando, cuerpo a cuerpo, en este combate epidemiológico tan desigual. Aquellos que estuvieron en primera línea de combate en las salas de urgencias de hospitales, asistiendo a nuestros mayores en las residencias, manteniendo los servicios esenciales de nuestras vidas, en farmacias, supermercados, transporte, etc.
En este combate nunca hemos estado solos. Todos unidos como una piña, codo con codo, pica con pica, como en los antiguos Tercios de Flandes, los españoles nos hemos levantado en armas contra un ejército virulento invasor, que no da tregua al descanso, pero en donde el desánimo nunca ha sido una opción.
El monolito de la Plaza de la Lealtad representa a todos los que dieron su vida por España. El homenaje a los caídos y el toque de oración diario en las unidades militares es también un acto solemne a la memoria de ellos. Por aquellos compañeros de armas y conciudadanos que lucharon con firmeza y con todas sus fuerzas por la defensa de todos los españoles, contra un enemigo común. Pero que, en el fragor de la batalla, con la dignidad e integridad que lo sabe hacer un español, con coraje y valor, perdieron sus vidas.
Al abandonar la plaza de la Lealtad, me invade una sensación de tristeza al contemplar el vacío que rodea al Monumento a los Caídos por España. Cerrado y vallado, parece que hemos olvidado lo que representa. Sin una Guardia de Honor que vele el sueño eterno de nuestros caídos, sin la custodia permanente que demanda un lugar sagrado para nuestra Patria, sin una corona de laurel a modo de tributo adornada con una cinta con los colores de la Enseña Nacional.
Ante este profundo sentimiento de desazón, recuerdo aquellos versos del poeta Gustavo Adolfo Bécquer que, de una forma meridiana supo expresar esta misma sensación de abandono: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!
Nuestros muertos, los muertos de todos los españoles.
Julio Serrano Carranza. Coronel de Aviación (R.)
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