miércoles, 13 de julio de 2022

¿QUÉ VAN A HACER LOS EJÉRCITOS CUANDO SE DESHONRE A SUS HÉROES? Rafael Dávila Álvarez.




¡Ay el Honor! Honor y valor son el barro con el que se construye al soldado. Se le destruye con un soplo de traición. Siempre es lo mismo entre los que hacen la guerra sin entender de virtud, sino de interés suyo y malvado.

El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio.

Así con esas estrellas guías de comportamiento entregaron su vida los soldados, y soldados eran todos los que con su virtud enriquecían a España y, aunque pobres, todo lo entregaban: el campesino, el embajador, el general o el recluta, el cardenal o el cura de la parroquia.

¡Ay España que traicionas a quienes te aman y abrazas a los que te traicionan!

Ya no es España, esa no es España, sino lo que los traidores quieren que sea. Por ahora mandan.

Los Ejércitos de España hablaron después de ver tantas vidas entregadas a cambio de nada. Se les debía todo y nada les fue dado. Una condecoración para el pecho, mejor para su tumba. Sin título heredado; que llegue el olvido una vez enterrado el héroe.

Laureados y Medallas Militares olvidados. El título se lo tragó la tumba, bajo la tierra húmeda. Inorgánico.

La Real y Militar Orden de San Fernando se muere —¿no ha muerto ya?— y no por la edad sino por la Ley. La matan por la espalda.

Una Orden cuya misión principal es conservar los historiales que custodia: los del valor y el honor. Son las virtudes por las que te examinan para entrar en ella, pero los examinadores ya no se atreven ni saben. Se murieron los héroes y se borraron sus nombres; nadie parece haber recibido la herencia.

Ya no queda ningún Laureado ni Medalla Militar con vida ni tampoco parece que haya nadie dispuesto a abrir un expediente. El heroísmo se lo otorgan otros.

Es misión de la Real y Militar Orden conservar su recuerdo y ejemplo. Todos estarán y deben estar presentes, siempre, en esa institución cuya misión no es solo administrativa sino mucho más importante: espiritual. Porque son los héroes de España, y España se debe a sus héroes, sin más, sin preguntar, sin analizar más allá del valor y el honor, lo que la historia concedió al que su vida como héroe le entregó.

Ahora se abre un gran interrogante. En la Guerra Civil se concedieron alrededor de 70 Laureadas Individuales y 1214 Medallas Militares Individuales. A esos números hay que sumar los de Laureadas y Medallas Militares Colectivas que lucen las banderas de las unidades que las obtuvieron, aunque muchas de ellas han desaparecido y, lo que aún es peor, sus historiales duermen en la oscuridad de la historia olvidada con alevosía.

¿Qué se va a hacer con esas banderas, con esos hombres, con esos héroes a los que la Ley -con vileza llamada Memoria Democrática-camino de aprobarse? ¿Tendremos que desenterrarlos, llevarlos a otras tierras, retirarles el honor y traicionar a la Historia?

Por la tibieza de muchos y la maldad de unos pocos, algunos uniformados, se han borrado nombres de héroes de las calles, de los Regimientos y retirado de las efemérides sus acciones ¿Por qué? ¿Qué calificación le da la ley a esos hechos? ¿Qué calificación le da la Asamblea de la Real y Militar Orden?

¿Habrá que destruir sus historiales? ¿Desprender de las banderas las corbatas Laureadas? ¿Borrar de la historia militar a miles de héroes?

Son cerca de dos mil expedientes de los héroes de España. ¿Qué va a pasar con ellos a raíz de la nueva ley camino de aprobación?

Guardo con fervor, como ejemplo y honor, con devoción, la Medalla Militar Individual de mi padre ganada en Ciempozuelos al frente de una Sección de Regulares, la unidad más condecorada del Ejército español.

Nunca me habló de aquello y tuve que enterarme de lo que protagonizó leyendo a hurtadillas su hoja de servicios. Nunca hablé con mi padre de la Guerra Civil porque me decía que aquello había que olvidarlo y seguir caminando. Pero yo leía su acción, con fervor, sin rencor, sin enemigo al que señalar porque una bala le llevó al depósito de cadáveres de donde un milagroso médico le recuperó.

No hay rencor en mis palabras. Ni siquiera para los que pretenden revivir aquello que nos ancló en el dolor y el enfrentamiento.

Si la historia se escribe o se relata con rencor, no es historia sino dolor. Y dolor es lo que siento al ver como un viento inoportuno, presagio de otros males, se levanta en España dejando al descubierto heridas pasadas.

Los campos, aquellos de la guerra, están ahora sobrecogedoramente solitarios. Allí han quedado los de un bando y los del otro. En el fondo eran los mismos, en un bando y en el otro.

Dejad que los héroes, de uno y otro lado, todos, permanezcan con honor y el merecido respeto; y se les recuerde sobre el campo de batalla. Allí estarán sus historiales, en la tierra ardiente que ahora brota de plenitud. No habrá ley que impida recordar lo que en esas soledades ocurrió. Soledades que nadie tiene derecho a emponzoñar.

«Espera, traidor, que no te valdrán trazas, estratagemas, embustes ni encantamientos para librarte de mis manos».

11 julio 2022

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)


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