lunes, 21 de diciembre de 2020

EL REY NO ESTÁ SOLO.

El Rey no está solo

A Jesús Osorio, catedrático de la Universidad de Santiago y sólido amigo.



Cuando un gran hombre habla, cuando un orador de voz empastada y desprovista de papeles se dirige a un pueblo bajo la lluvia, desde una plaza de piedra porticada en La Coruña, dedicada a una mujer guerrera como María Pita y empieza su discurso libremente, aunque suenen algunos silbatos de neandertales que desconocen que la comunicación entre los humanos se lleva a cabo a través de la palabra, hay que ponerse en pie. Más aún, si lo hace con esos términos que recuerdan tanto a la gran Roma de "ciudadanos y ciudadanas", aunque en vez de toga senatorial, porte una gabardina, a los héroes griegos, a los patricios del Senado Romano, a los grandes Castelar, Pitt, Disraeli, a Churchill y a De Gaulle, a Cánovas y a Sagasta, a Ortega, Azaña, Calvo Sotelo, a todos los que con su vida pagaron el atreverse a proclamar la inmensidad de sus almas, insisto, hay que ponerse de pie y así permanecer, hasta que el inmenso caudal de belleza de alma y grandeza de pensamiento no salga de sus bocas. Y hablo de ese personaje, Paco Vázquez, que se refiere a la libertad y a la democracia y a la Corona como unidad y continuidad de España a través de la de la Constitución. De pie ante un hombre octogenario que tendría que estar en el Congreso de los Diputados, callando con su elocuencia las sandeces, barbaridades y puras incoherencias mentales normales allí, en vez de hablando en público en una hermosa plaza por invitación, Pero así es la vida. Y él, además de demócrata, es culto, libre y cristiano. Y eso en la España actual cotiza malamente en la bolsa de las ideas y del dinero. De pie, insisto, por respeto a lo más grande del ser humano, que es la decencia, la inteligencia y la grandeza de espíritu, cuando un ser humano que no tiene miedo a confesar en público sus profundas convicciones, ausentes hoy del lenguaje de la calle, pero enraizadas en lo más hondo del alma de un ser honrado e incisas, palabra tras palabra, en las páginas de una Constitución, lo hace tranquilo y británicamente solamente protegido por una gabardina. La misma Constitución que una partida de analfabetos, con la autoridad moral del tiro en la nuca, la extorsión, el chantaje, la ausencia de ideales desde que cayó el Muro de Berlín, el mundo por montera y la absoluta carencia de decencia, van a derruir, como si de un edificio en ruinas se tratase. O no. O no, insisto.

Miren, señores del tiro en la nuca, indecentes ignaros, atracadores de Pedralbes, pijoprogre madrileños, comunistas millonarios y socialistas indignos, pero también chicos bonitos de derechas, católicos de boquilla y centristas, porque no les queda otro espacio, que desconocen hasta el origen del término eutanasia, aquí hay un pueblo a punto de ponerse en pie y de decir hasta aquí hemos llegado. Ustedes no van a arruinar nuestras únicas vidas, ni nuestro único sueño, ni nuestro único país, ni nuestra sola existencia, Sépanlo desde ahora. Ya no les soportamos, no les toleramos, de verdad, son ustedes tan zafios, tan desconocedores de las más mínimas verdades, sus cerebros parecen estar tan huecos, que uno no tiene más remedio que pensar que tanta ignorancia es impostada, fingida por si no me entienden, que nos obligan a pensar que lo único que pretenden es destruir a un país. El nuestro. Y de eso nada. Porque es nuestro tanto como suyo. Ténganlo por seguro. Ni van a destruir nuestras vidas, ni nuestras economías, ni nuestras ilusiones. Nosotros vamos a sobrevivir. Junto con ustedes, si se convencen de que es mucho mejor vivir juntos de pie, que la mitad de rodillas ante la otra mitad. O a pesar de ustedes, si siguen empeñados de nuevo en el enfrentamiento, que evitó ese, llamado por ustedes delincuente, Juan Carlos I.

Es posible que tengan parte de razón en cuanto al robo. No desde luego, en cuanto al ladrón, ni al robado. Si aquí alguien ha robado a los españoles han sido los Pujol. Y los nacionalistas en todas sus versiones miserables. Y los racistas supremacistas vascos, que recogían las nueces según el jesuita Arzallus, cuando ETA agitaba las copas de los árboles a base de tiros en la nuca. Y los Eres de la Junta. De la Junta socialista podemos hablar años. Los que quieran, años. Y los de Gurtel. Y los muchos populares. Incluyendo a la pobre Rita, muerta sola en un hotel, sin que nadie haya podido probarle nada hasta ahora. O de Miguel Blesa, que se pegó un tiro por puro terror y ahora resulta que lo único que tenía en su contra era lo de las black, que pagó en su totalidad, mientras no tenía dinero para pagar la calefacción, ni su seguro médico privado, porque aquel miserable expulsado de la carrera judicial, le dijo que iba a explicarle por qué iba a mandarle a la cárcel.

No voy a hablar de Juan Carlos I. Ni de sus tantos méritos, ni de sus éxitos. Ni de sus tropelías. Voy a hablar de su hijo, el Rey Felipe VI. Vamos a ver, señores republicanos. Ustedes tienen todo el derecho del mundo a ser lo que les dé la gana. Incluido el ser republicanos hasta la médula. Me refiero a republicanos como en Francia, Italia, Portugal, Alemania, o Estados Unidos. Republicanos en cuanto a la forma de elegir al Jefe del Estado, Pero de ninguna manera tienen derecho a ser mentirosos, calumniadores, difamadores. Ni a asociar a su amada forma de gobierno republicana con la II República Española, que fue un fracaso, una deshonra, un disparate, una ignominia y un antecedente de lo que tanto desean, que es Venezuela y Cuba. En Alemania, la cabeza y pulmón económico, financiero e ideológico de la Union Europea, ustedes no tendrían derecho a ser ni siquiera comunistas. A ver si van enterándose. Ustedes no viven en Maracaibo, viven en Barcelona. Y por tanto, si quieren acceder a manejar los suculentos fondos de la Union Europea, no tendrán más remedio que pasar por el aro de la democracia formal y la división de poderes. Les guste, o no, esto es lo que hay. Y no piensen en eso del construir un futuro republicano a corto plazo, a base de mantener al pueblo en la indigencia, con o sin covid, en mantener a la juventud en la ignorancia a base de sus disparatados planes de estudio, creados por esa Celaa, estudiante en las Irlandesas y con sus hijas en ese mismo colegio que, para los que no lo sepan, es el colegio más elitista de Europa.

No somos idiotas, miren. Ustedes quieren derribar la monarquía porque la ven como el eje de la unidad de España. Quieren acabar con el español como lengua vehicular -de dónde sacan esta expresiones tan estúpidas- para demostrar que España no existe como Nación. Quieren acabar con la separación de poderes porque la judicatura es de lo poco que les queda por ocupar. Ya han metido sus cuñas en el Ejército y en la Guardia Civil, incluso en el CNI. Están destruyendo la educación para crear generaciones de analfabetos que no sepan cual es la capital de Italia. Están utilizando las redes para crear todo tipo de confusión y censura encubierta. Están utilizando el covid de forma tan abyecta, como para aprobar ayer la ley de la eutanasia -que no tienen ni idea de su origen-, porque ustedes no han estudiado ni latín ni griego, como sus antecedentes franquistas egabrenses, cuando se desconoce todavía el número real de ancianos muertes en la pandemia. Todo esto está ya estudiado por gente mil veces más inteligentes y cultas que toda su pandilla, incluidos los intelectuales podemitas con sus aplastantes curricula (no es un error, el nominativo plural del neutro latino curriculum es curricula, no sé si saben de lo que hablo). Lo han descrito con pelos y señales Pedro Baños en El dominio mental y Yascha Mounk en El pueblo contra la democracia.

El Rey Felipe VI era un hermoso adolescente hace apenas nada, del que estábamos enamorados todos los españoles de cualquier sexo. Ahora es casi un anciano y el Rey. El Rey de España, con múltiples títulos honoríficos, que para nada sirven, desde Rey de Jerusalén a Duque de Neopatria. Hasta hace poco más de un siglo era también Rey de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, de las que fuimos despojados miserablemente por guerras inventadas por Randolph Hearst, que era el antecedente de Roures, Soros, o incluso Gates y demás ralea, que van a arruinarnos primero y a matarnos después.
¿Alguien piensa alguna vez en el ser humano? ¿Se le ocurre a alguien pensar en el desgarro del alma de un Rey, que es el mismo desgarro de cualquier hijo con su padre? ¿Alguien piensa en el dolor del Rey Felipe teniendo que decir a su padre que no puede venir a casa por Navidad, ni sabemos cuando? ¿De qué se habla en el socialismo cuando se habla del ser humano? Cuando se empezó a aplicar la Ley de Reforma Política, que mi maestro Don Torcuato ideó "de la ley a la ley", la Familia Real llevó a cabo una humilde y humillante ceremonia en la que Don Juan de Borbón, el que debió ser Rey si no lo hubiera vetado Franco, inclinó su cabeza ante Juan Carlos I, y dijo "por España, Señor. Todo por España". ¿Alguien se imagina a Iglesias o a Sanchez haciendo algo así? Por cierto que Suarez, quizás por su ignorancia, marginó aquella importante ceremonia en la que se enraizaba la legitimidad dinástica y legítima con la legal.

Vísperas de Nochebuena. Don Felipe VI tiene que hablar a la Nación. Las hirientes hienas podemitas y los perros de presa de los comentaristas políticos de las cadenas que, como dice Yascha Mounk, pueden convertir al pueblo en un adversario de la democracia desde un cibercafé, merodean olfateando la sangre, incluyendo periodistas argentinas falsamente expertas en familias reales europeas, personajillos huidos de sus países por la persecución de regímenes en quiebra de los que aquí defienden sus amigos , buscando la carnaza, los huesos que roer de los antepasados de los actuales reyes en los Pudrideros Reales.

Imagino ahora al Rey Don Felipe. Vi una vez en una hermosa casa del sur de España una fotografía de Felipe, Príncipe de Asturias, como con veinte años, dormido en una hamaca. Era la imagen de la juventud. Ahora es un hombre joven con aspecto cansado, que pasea solo a pie con botas camperas, un jersey grueso, unos vaqueros y una cazadora de piel. Camina solo por los montes del Pardo. Ha dicho que no le siga nadie. Quiere estar solo y pensar. Piensa en la exposición que ha visitado sobre Azaña y en lo que le habría contado y preguntado, de presidente a rey, de hombre a hombre. Pensar en la posibilidad de un discurso como el de octubre, o en un suave feliz Navidad. Pensar en el presente complicadísimo. En el futuro de su hija Leonor. En el pasado de un hogar deshecho. Recuerda el amor de su madre, la Reina Sofía, que fue amada por el pueblo y escasamente apreciada por aquel con quien la casaron. El Rey camina, cruje la pinocha bajo sus botas, es temprano, el frío mantiene la neblina entre los pinos. De vez en cuando pasan unos gamos, con sus alzadas cabezas y algún ciervo con la cornamenta enhiesta. Él nunca ha sido cazador. Salvo la navegación, ningún hobby le ha unido a su padre. No le gustaron los toros. Aunque sabe que hay que disimular, como hacía al principio su madre, o su bisabuela Victoria Eugenia, tan ajena a España, tan británica, tan rechazada por su bisabuelo cuando descubrió que le habían ocultado lo de la hemofilia. Piensa en el desgarro del amor con su padre, el Rey Viejo. Nunca más podrá hacer tonterías, ni juegos, ni revolcarse con él. Le espanta lo de "emérito", que es propio de becarios del periodismo. Hay determinadas actividades, profesiones, actuaciones y sobre todo, condiciones a las que nunca se puede aplicar el término de "emérito". Al menos en España. Los papas, los reyes, los generales, los embajadores, los catedráticos y algunas más, no pueden ser eméritos. Eso es cosa de directores de orquesta o de delegados provinciales. Continua su camino, mientras oye el crujir de los pasos de los miembros de la Guardia Real que no tienen arreglo, porque siempre estarán con él. Piensa sin cesar en qué va a decir la Nochebuena a la Nación. No confía en nadie. Sabe que está atrapado por la traición de Sánchez. Sabe que es el objetivo de Iglesias. Sabe que los oligarcas vascos y catalanes, que fueron alcaldes con Franco, han cambiado tanto que ya ni les importa un bledo el Virolai de Montserrat, porque hasta la conferencia episcopal catalana es€ solo independentista. Su abuelo Juan, tuvo, a pesar de la ginebra, la lucidez de decir que su cadáver al Escorial, que a Poblet fuera otro. Piensa en el desvalijamiento de Cataluña por parte de los Pujol y llega a la conclusión de que el nacionalismo debe ser un cáncer importante, cuando ese canalla bajito, llamó a su padre, el Rey, la noche del 23 F y que su padre le dijo: "Tranquilo, Jordi". Sabe y piensa en el sufrimiento de su madre, cuando lo mejor que oyó decir de ella a su padre es que era una gran profesional. Continúa caminando, pensando en sus hijas y en el futuro que les aguarda.

Continúa caminando. Hace frío y tiene hambre. Sigue pensando en el desgarro, en la separación de su padre, ya para siempre. Papá, te prohíbo que vuelvas. El único deber de la monarquía es la transmisión segura, tranquila y sin problemas de la Corona por línea de sucesión. Con eso se eliminan todos los problemas. ¿O es que han sido idiotas todas las civilizaciones hasta la invención norteamericana de la elección, todavía imperfecta? Tanto dolor en la familia, desde que él jugando con una pistola, mató a su hermano Alfonsito y su padre nunca lo perdonó y su madre se volvió alcohólica, porque ninguna mujer puede soportar la muerte de un hijo. Y encima la maldita enfermedad de la sangre, la hemofilia, que trajo su bisabuela tan británica y tan poco apegada a las cosas y costumbres de España. Piensa en Letizia, quizás lo mejor que ha hecho en su vida, Sangre fresca, obrera y nueva, Sangre roja sin una gota de azul. Con un pasado difícil de asimilar para muchos de los que le rodean. Hasta que le conoció a él. Y el amor lo cambió todo. Sobre todo porque una madre puede ser lo que sea, pero lucha por su hija como una pantera y su hija tiene que ser Reina como sea. Porque ya ha comprendido que la Monarquía se basa en la transmisión de la Corona como símbolo de la continuidad y unidad de España, como dice Paco Vázquez.

Por eso, el Rey no está solo, ni mucho menos. Decenas de millones de personas estamos con él, porque es la única y sola seguridad que tenemos de ser libres. Una cosa es el cerebro y otra el corazón. Y no van a cambiar unos cuantos de miles de vividores el inmenso corazón de cuarenta y siete millones de personas que nos levantamos a las siete, nos vamos a trabajar, volvemos por la noche, dormimos solos, o a solas, y seguimos pensando y creyendo que estamos dispuestos a todo, si alguien se empeña en ordenarnos quién es el dueño de nuestra hambre. O de nuestra salud. Somos seres libres y vamos a continuar siéndolo.


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