Hay muchos que han sentido y sienten la pasión por el uniforme de la Guardia Civil. Pero, pocos que puedan contar que primero hicieron frente a ETA y luego cumplieron su sueño de incorporarse a la familia del Duque de Ahumada.
Fermín Garcés, que hoy nos ha dejado con 90 años, fue el primer civil que se enfrentó a un comando de ETA. Hace tres años estaba como un chiquillo con zapatos nuevos. En la explanada de la Dirección General de la Guardia Civil, con su bastón y su gorra, irradiando una sonrisa de serenidad, de tranquilidad, de felicidad. Se sentía el protagonista. Lo era. Iba a recibir la cruz al mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo. Y estuvo con EL MUNDO.
Porque Fermín Garcés se convirtió en el primer ejemplo de la colaboración ciudadana en la lucha contra el terrorismo de ETA. «Hice lo que tenía que hacer. No lo tuve ni que pensar», apuntó entonces. Y eso que lo que tuvo que hacer fue ponerse delante de dos tipejos de la banda que acababan de cometer el primer asesinato de un guardia civil: ante quienes dispararon y mataron al agente José Antonio Pardines. Hablamos del año 1968, del 7 de junio.
Pero Fermín Garcés, lo recordaba con bastante precisión. Tanto como que, cuando ve la maqueta que reproduce ese primer atentado, en el museo de la Guardia Civil, es capaz de aclarar: «Aquel día llevaba una camisa de cuadros y no como la que me han recreado», apuntó simpático Garcés. En aquella conversación con EL MUNDO, Fermín recordó que ese día viajaba desde Francia con su camión hacia España. Se encontró con un control de carretera en Villabona (Guipúzcoa): allí había un guardia civil (hijo y y nieto de guardias civiles) que estaba revisando un vehículo en el que viajaban dos jóvenes. «Algo raro vio. La matrícula delantera y la trasera no coincidían», relató Garcés.
Uno de ellos disparó al guardia. «Yo pensé que había sido un ruido del motor, que se había averiado algo. Para rato me voy a imaginar que estaban matando al guardia, hasta que lo vi caer. Luego, ya en el suelo, le volvieron a disparar».
Y en ese momento es cuando la vida de este navarro cambió por completo. Porque, sin apenas reflexión, hizo lo que el instinto le dictó. Se fue a por los asesinos, que ya estaban moviendo el coche tratando de huir. «Agarré a uno de ellos por la ventanilla. Pero el otro sacó una pistola y me amenazó». En ese momento, los etarras salieron «a toda velocidad». «Me subí al primer coche que estaba en la fila del control. Había otros dos jóvenes. Les dije que siguieran a los asesinos. Fíjate, ni me di cuenta, y podían haber sido amigos de los que acababan de asesinar al guardia. Llegamos al punto donde estaba la pareja de Pardines, Félix de Diego Martínez, y le avisamos de lo ocurrido. Y seguimos al coche de los etarras hasta Tolosa. Vimos cómo se bajaban del vehículo y cogían otro a punta de pistola en su huida. Lo seguimos. Pudimos llamar desde Tolosa a la Guardia Civil de nuevo para darle la información de dónde estaba el comando que había asesinado al guardia».
Su información sobre Txabi Etxebarrieta e Iñaki Sarasqueta fue clave para la actuación policial inmediata contra el comando. El primero murió a las pocas horas durante un enfrentamiento a tiros con el Instituto Armado, en Tolosa, en el lugar donde Garcés había señalado. Sarasqueta fue detenido y condenado a pena de muerte, conmutada después por la de cadena perpetua. En 1977 abandonó la cárcel por la Ley de Amnistía. El compañero de Pardines aquel fatídico día fue asesinado por ETA en Irún, 11 años después, cuando ya estaba retirado.
Tras su actuación, fue recibido por los jefes de la Guardia Civil. En aquel momento, Fermín había decidido dejar el camión. Y allí mismo, en la Dirección General, ante la pregunta de cómo le podían recompensar, se dibujó su futuro. «Yo les dije que no hacía falta nada, que estaba orgulloso de lo que había hecho, que no lo hice para ganar nada… Pero también les indiqué que quería entrar en la Guardia Civil», recuerda sonriente. Se incorporó al Instituto Armado, al Parque Móvil, en Madrid, donde se dedicó desde entonces al mantenimiento de los vehículos del Instituto Armado. Pero la sombra de ETA le persiguió. No era objetivo directo pero le tocó, estando en la Dirección General, soportar otro atentado, en 1988. La banda colocó un coche bomba. Asesinó a un niño de dos años y a un trabajador de TVE. Fermín también estuvo allí. «No es miedo. No. Pero sí temor. Desde lo de Pardines, siempre ha estado esa acción en mi cabeza. Me costó conciliar el sueño con tranquilidad. Revivía el asesinato. Muchas veces, cuando estaba en el campo, solo, pensaba que podía llegar cualquiera y…».
Fermín fue a un sastre y se hizo un uniforme para, a los 87 años de edad, recibir esa condecoración -que ya le fue concedida en su día- con motivo del 75º aniversario del Servicio de Información de la Guardia Civil. «Estoy muy emocionado y muy contento. Me cambió la vida, sin duda. Pero si viviera lo mismo, creo que reaccionaría igual. Y estoy muy contento de que mi nieta Irene esté a punto de entrar en esta casa, en la Guardia Civil. Me llena de orgullo que siga mi estela».
Porque Fermín Garcés se ha convertido en el banderín, en el emblema para los agentes de la lucha contra el terrorismo. Este servicio estaba dedicado a acabar con ETA. Fue el primer héroe ciudadano en la lucha contra ETA.
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