viernes, 15 de julio de 2022

Japón después de Abe.

 


Abe supo leer el nuevo escenario geopolítico con una gran capacidad de anticipación. Ante el choque entre China y EEUU, propuso una reformulación de la política exterior y de seguridad niponas coherente con los valores democráticos y liberales de la sociedad japonesa, primero impuestos y luego plenamente asumidos.

JOSEP PIQUÉ |  14 de julio de 2022



Fila para atender el funeral por Shinzo Abe en el templo Zojoji, en Tokio (12 de julio de 2022). GETTY

La sociedad japonesa y la comunidad internacional se han visto fuertemente sacudidas por el asesinato de su ex primer ministro Shinzo Abe, mientras participaba en un acto de campaña electoral, aparentemente por un perturbado y vengativo “lobo solitario”. La conmoción ha venido acrecentada por la gran seguridad ciudadana que tiene Japón y por su legislación enormemente restringida para la tenencia de armas.


En cualquier caso, el impacto ha sido especialmente significativo por la personalidad y la acción política desarrollada por Abe como primer ministro en dos etapas. Una inicial, muy corta, y una segunda mucho más larga, que han hecho que su mandato conjunto haya sido el de mayor duración desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero más allá de la duración, conviene fijarse en el contenido y la concreción de sus políticas. Unas políticas centradas en dos ámbitos: la política exterior y de seguridad, por una parte, y la política económica, por otra.

En lo que se refiere a esta última, sus recetas son conocidas como Abenomics y constan de tres “flechas” o campos de actuación. La primera es una política monetaria ultra-expansiva, con instrucción clara al Banco de Japón, que pretendía salir de la espiral de deflación y estancamiento económico que aqueja al país desde la década de los noventa, desarrollando una política sobre toda la curva de tipos orientada a incrementar la demanda efectiva y mantener tipos de interés reales nulos o negativos. La segunda, una política fiscal “flexible” y contra-cíclica, con grandes estímulos a través del gasto público (acompañada de subida de impuestos indirectos) sin incrementar la deuda, ya de por sí enormemente elevada. Y la tercera, las reformas estructurales.

Reformas concretas, como reforzar el segundo aeropuerto internacional de Tokio para atraer turistas y negocios, cambiar el sistema de pensiones, reforzar la resiliencia del comercio de materias primas en un país altamente dependiente, o en el mercado laboral. En particular, facilitar la entrada de trabajadores extranjeros (en uno de los países más cerrados del mundo y étnicamente más homogéneos, producto de su insularidad y su historia) y la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, muy limitada por razones culturales.

«Japón sigue siendo un país con una tasa de participación femenina en el mercado laboral muy baja. No basta con la legislación, es necesario un cambio cultural muy profundo que requiere mucho tiempo»

Las dos primeras “flechas”, en tanto que políticas de demanda, son relativamente fáciles de implementar, sobre todo la primera. La tercera ha tenido resultados desiguales y concretamente Japón sigue siendo un país con una tasa de participación femenina en el mercado laboral muy baja. No basta con la legislación. Es necesario un cambio cultural muy profundo que requiere mucho tiempo.

Sin embargo, mucho más remarcables son sus logros económicos en las relaciones exteriores y que van ligadas a una nueva política exterior y de seguridad. Ahí la huella de Abe es mucho más profunda e indeleble.

El ejemplo paradigmático es el impulso al Tratado Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) de libre comercio e inversiones entre 12 países de ambas orillas, al margen de China e incorporando a Estados Unidos. Lamentablemente, Donald Trump decidió no ratificarlo, pero Abe persistió en llevarlo adelante con los otros diez y dejando la puerta abierta a una futura incorporación estadounidense. A ello hay que añadir la Asociación Económica Integral Regional o RCEP (otro acuerdo comercial, menos ambicioso, entre países asiáticos y que sí incluye a China y del que India se descolgó en el último momento). Una apuesta por la apertura económica y comercial, liderada por Japón y que conecta con la gran aportación geopolítica de Abe: el concepto del Indo-Pacífico Libre y Abierto, endosado rápidamente por EEUU, y que busca defender sociedades, economías y prácticas políticas abiertas, para hacer frente al crecientemente agresivo expansionismo de China. Abe supo leer prematuramente el desafío planteado por una China con la ambición de sustituir a mediados de este siglo a EEUU como la gran superpotencia global.

Ello le llevó a replantear y reforzar el QUAD (foro de diálogo entre EEUU, Japón, Australia e India) que, más allá de un foro político, es el embrión de una alianza más profunda que incluye el ámbito militar (con maniobras aeronavales conjuntas en el Índico) y que está formado por países que se sienten amenazados por la potencia de China (con la que Japón mantiene un contencioso territorial por las islas Senkaku en el mar de la China del Este).

«Abe complementó la pugna con Pekín con iniciativas de financiación de infraestructuras, sostenible, transparente y no coercitiva para contrarrestar la Nueva Ruta de la Seda china»

Al mismo tiempo, y con la misma lógica, potenció una relación cada vez más estrecha con India y Australia como dos polos esenciales para evitar un Indo-Pacífico dominado por la gran potencia asiática. Una pugna que se complementó con iniciativas de financiación de infraestructuras, sostenible, transparente y no coercitiva, precisamente para contrarrestar la estrategia china de penetración en todos los continentes y que conocemos como la Franja y la Ruta (la Nueva Ruta de la Seda).

Todo ello en un difícil equilibrio, intentando mantener relaciones fluidas con la propia China, con Corea del Sur (con el grave problema de las llamadas “mujeres de confort” durante la Segunda Guerra Mundial, agravado por su visita al Santuario Yasukuni, en el que reposan héroes militares considerados criminales de guerra por Seúl y la comunidad internacional) o con Rusia (con la que tiene el contencioso de las Islas Kuriles, ocupadas por la Unión Soviética aprovechando la rendición de Japón después de Hiroshima y Nagasaki).

‘Japón vuelve’

Pero el gran desafío de Abe fue transformar profundamente la política exterior en su vector de seguridad y defensa.

El gran escollo era de naturaleza jurídica y política, dada la Constitución pacifista impuesta por EEUU después de la derrota en 1945, por la que, en su artículo 9, limita las capacidades militares a las llamadas Fuerzas de Auto-Defensa, sin capacidades ofensivas y con la prohibición de tener armas nucleares en su territorio a pesar de las importantes bases militares estadounidenses en el mismo, en aplicación de la llamada Doctrina Yoshida, por la que se priorizó la recuperación económica (Japón sigue siendo la tercera economía del mundo y es una gran potencia tecnológica) y delegaba su seguridad en el “paraguas” nuclear (y convencional) de EEUU.

Abe planteó su reforma, algo hartamente complicado en un país pacifista aún traumatizado por el horror de las dos únicas bombas nuclearas usadas hasta el momento, y que hasta ahora no ha sido posible, aunque la amplia victoria del Partido Liberal Democrático (y del Komeito) en los últimos comicios puede ser una puerta abierta a tal modificación. El camino seguido, pragmáticamente, fue la “reinterpretación” de dicho artículo, ampliando la “auto-defensa” a la defensa de sus aliados si estos eran amenazados o atacados.

Para ello, puso en marcha el Consejo de Seguridad Nacional que, bajo su autoridad, coordinaba las tres armas y se dispuso a superar el tradicional 1% del PIB invertido en defensa, para equipararse a los parámetros de la Alianza Atlántica, llegando al equivalente al 2%. Ello implicaba capacidades en defensa antimisiles, aviones de caza de última generación o sistemas de detección por radar de alto alcance. Temas tabú hasta entonces.

«Aumentar el PIB invertido en defensa hasta el 2%, para equipararse a los parámetros de la Alianza Atlántica, implicaba capacidades en defensa antimisiles, aviones de caza de última generación o sistemas de detección por radar de alto alcance, temas tabú hasta entonces»

En definitiva, Japón tenía que asumir, para Abe, un papel mucho más proactivo y protagonista en su defensa y seguridad, en paralelo con un refuerzo de la alianza con EEUU, mediante el QUAD o la profundización de los acuerdos bilaterales (que podrían llegar a incluir en su caso la instalación disuasoria de armamento nuclear en su territorio).

Una de las frases preferidas de Abe era “Japan is back”. Japón vuelve. Y quiere dejar de ser solo una enorme potencia económica, sino un sujeto político reconocido, de la mano del refuerzo de sus capacidades militares y una política exterior mucho más asertiva que en el pasado.

Seguramente, Abe supo leer el nuevo escenario geopolítico con una gran capacidad de anticipación. Un mundo en el que reaparece un nuevo enfrentamiento bipolar (ahora entre EEUU y China), que le afecta muy directamente, y que requiere de una reformulación de los actores y el establecimiento de alianzas de amplio espectro, desde las económicas y comerciales a las militares. Una reformulación que Abe quería coherente con los valores democráticos y liberales de la sociedad japonesa, primero impuestos y luego plenamente asumidos. El claro alineamiento de Japón con Occidente en las respuestas a la agresión criminal e ilegal de Rusia a Ucrania es un buen ejemplo. Además, lanza un mensaje a China, en el sentido de comprometerse, de la mano de EEUU, con la protección de Taiwán ante una posible invasión por parte de la República Popular.

«La posición japonesa en la guerra de Ucrania lanza un mensaje a China, en el sentido de comprometerse, de la mano de EEUU, con la protección de Taiwán ante una posible invasión»

De ahí, también, su creciente implicación con Europa, tanto con la Unión Europea como con Reino Unido para que desempeñe un papel no solo en el ámbito atlántico, sino también en el nuevo “Gran Juego” que se desarrolla en el Indo-Pacífico. Mención especial merecen las dos visitas de Abe a España. La primera, en 2014, para “peregrinar” a Santiago de Compostela, con el presidente Mariano Rajoy, y la segunda, en 2018, para conmemorar el 150 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas y para la firma de un acuerdo de “Asociación Estratégica”.

Una implicación no solo, pues, en el campo económico y comercial, sino también en el de la seguridad colectiva.

En definitiva, Abe ha sido, sin duda y por derecho propio, el político japonés más importante desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Por su voluntad de reorientación estratégica, de transformación y de adaptación a un futuro distinto que vio antes que nadie.

Algunos le consideran un político nacionalista japonés. Y lo ha sido. Otros, como un político cercano a la ultra-derecha. No lo era. Era un hombre comprometido con su país y su tiempo y que utilizó el poder no para disfrutarlo, sino para ejercerlo para cambiar su país, pensando no solo en el corto plazo, sino con mentalidad estratégica y de largo plazo.

Merece ese reconocimiento y que descanse en paz.



miércoles, 13 de julio de 2022

¿QUÉ VAN A HACER LOS EJÉRCITOS CUANDO SE DESHONRE A SUS HÉROES? Rafael Dávila Álvarez.




¡Ay el Honor! Honor y valor son el barro con el que se construye al soldado. Se le destruye con un soplo de traición. Siempre es lo mismo entre los que hacen la guerra sin entender de virtud, sino de interés suyo y malvado.

El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio.

Así con esas estrellas guías de comportamiento entregaron su vida los soldados, y soldados eran todos los que con su virtud enriquecían a España y, aunque pobres, todo lo entregaban: el campesino, el embajador, el general o el recluta, el cardenal o el cura de la parroquia.

¡Ay España que traicionas a quienes te aman y abrazas a los que te traicionan!

Ya no es España, esa no es España, sino lo que los traidores quieren que sea. Por ahora mandan.

Los Ejércitos de España hablaron después de ver tantas vidas entregadas a cambio de nada. Se les debía todo y nada les fue dado. Una condecoración para el pecho, mejor para su tumba. Sin título heredado; que llegue el olvido una vez enterrado el héroe.

Laureados y Medallas Militares olvidados. El título se lo tragó la tumba, bajo la tierra húmeda. Inorgánico.

La Real y Militar Orden de San Fernando se muere —¿no ha muerto ya?— y no por la edad sino por la Ley. La matan por la espalda.

Una Orden cuya misión principal es conservar los historiales que custodia: los del valor y el honor. Son las virtudes por las que te examinan para entrar en ella, pero los examinadores ya no se atreven ni saben. Se murieron los héroes y se borraron sus nombres; nadie parece haber recibido la herencia.

Ya no queda ningún Laureado ni Medalla Militar con vida ni tampoco parece que haya nadie dispuesto a abrir un expediente. El heroísmo se lo otorgan otros.

Es misión de la Real y Militar Orden conservar su recuerdo y ejemplo. Todos estarán y deben estar presentes, siempre, en esa institución cuya misión no es solo administrativa sino mucho más importante: espiritual. Porque son los héroes de España, y España se debe a sus héroes, sin más, sin preguntar, sin analizar más allá del valor y el honor, lo que la historia concedió al que su vida como héroe le entregó.

Ahora se abre un gran interrogante. En la Guerra Civil se concedieron alrededor de 70 Laureadas Individuales y 1214 Medallas Militares Individuales. A esos números hay que sumar los de Laureadas y Medallas Militares Colectivas que lucen las banderas de las unidades que las obtuvieron, aunque muchas de ellas han desaparecido y, lo que aún es peor, sus historiales duermen en la oscuridad de la historia olvidada con alevosía.

¿Qué se va a hacer con esas banderas, con esos hombres, con esos héroes a los que la Ley -con vileza llamada Memoria Democrática-camino de aprobarse? ¿Tendremos que desenterrarlos, llevarlos a otras tierras, retirarles el honor y traicionar a la Historia?

Por la tibieza de muchos y la maldad de unos pocos, algunos uniformados, se han borrado nombres de héroes de las calles, de los Regimientos y retirado de las efemérides sus acciones ¿Por qué? ¿Qué calificación le da la ley a esos hechos? ¿Qué calificación le da la Asamblea de la Real y Militar Orden?

¿Habrá que destruir sus historiales? ¿Desprender de las banderas las corbatas Laureadas? ¿Borrar de la historia militar a miles de héroes?

Son cerca de dos mil expedientes de los héroes de España. ¿Qué va a pasar con ellos a raíz de la nueva ley camino de aprobación?

Guardo con fervor, como ejemplo y honor, con devoción, la Medalla Militar Individual de mi padre ganada en Ciempozuelos al frente de una Sección de Regulares, la unidad más condecorada del Ejército español.

Nunca me habló de aquello y tuve que enterarme de lo que protagonizó leyendo a hurtadillas su hoja de servicios. Nunca hablé con mi padre de la Guerra Civil porque me decía que aquello había que olvidarlo y seguir caminando. Pero yo leía su acción, con fervor, sin rencor, sin enemigo al que señalar porque una bala le llevó al depósito de cadáveres de donde un milagroso médico le recuperó.

No hay rencor en mis palabras. Ni siquiera para los que pretenden revivir aquello que nos ancló en el dolor y el enfrentamiento.

Si la historia se escribe o se relata con rencor, no es historia sino dolor. Y dolor es lo que siento al ver como un viento inoportuno, presagio de otros males, se levanta en España dejando al descubierto heridas pasadas.

Los campos, aquellos de la guerra, están ahora sobrecogedoramente solitarios. Allí han quedado los de un bando y los del otro. En el fondo eran los mismos, en un bando y en el otro.

Dejad que los héroes, de uno y otro lado, todos, permanezcan con honor y el merecido respeto; y se les recuerde sobre el campo de batalla. Allí estarán sus historiales, en la tierra ardiente que ahora brota de plenitud. No habrá ley que impida recordar lo que en esas soledades ocurrió. Soledades que nadie tiene derecho a emponzoñar.

«Espera, traidor, que no te valdrán trazas, estratagemas, embustes ni encantamientos para librarte de mis manos».

11 julio 2022

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)


viernes, 1 de julio de 2022

La relación bilateral con Estados Unidos y la Cumbre de la OTAN, por Josep Piqué.




                         Los presidentes Biden y Sánchez se dirigen a la rueda de prensa


La buena sintonía con EEUU es indispensable para España, pues refuerza su posición en ámbitos clave de su política exterior: la Unión Europea, América Latina y el Mediterráneo occidental.

JOSEP PIQUÉ |  1 de julio de 2022

La Cumbre de la OTAN en Madrid ha sido extremadamente importante, por el contenido y por el contexto geopolítico en el que se ha producido. La criminal agresión de Rusia a Ucrania ha propiciado lo que el presidente Joe Biden ha denominado la “otanización” de Europa y ha puesto de manifiesto que China no ha sido coherente con los principios básicos del Derecho Internacional, al no condenar y “comprender” la flagrante violación de la integridad territorial de un Estado independiente y soberano, mediante el uso injustificado de la fuerza.

Por ello, más allá de calificar a Rusia como la amenaza más significativa y directa a la seguridad de los aliados, y para la paz y la estabilidad del área euro-atlántica, el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN considera a China un desafío a nuestros valores e intereses y a nuestra seguridad. Son cambios sustanciales en relación al Concepto Estratégico anterior, cuando se consideraba a Rusia como un socio para la paz y la seguridad y no había ninguna mención a China.

En esa “otanización” de Europa cabe destacar la incorporación de dos países neutrales (por diferentes motivos y circunstancias) como Suecia y Finlandia, una vez levantado el veto de Turquía. Pero también el fortalecimiento de las capacidades militares de la Alianza y de la presencia estadounidense en Europa.

Otro asunto muy relevante abordado en Madrid es el relativo a la seguridad de 360º, tanto en lo que se refiere a los ámbitos (incluidos los relacionados con la “guerra híbrida” y las “zonas grises”, y el uso del espacio y el ciberespacio) como a la visión geográfica, incluyendo las amenazas crecientes que vienen no solo del Este, sino del llamado Flanco Sur. Dos de estos aspectos –el aumento de la presencia militar estadounidense en el continente europeo y las amenazas desde el Flanco Sur– enmarcan una nueva etapa en la relación bilateral entre España y Estados Unidos, una relación que ha pasado por diferentes intensidades y que es crucial para nuestro país. No solo se trata de la primera potencia del mundo, sino que EEUU es el principal inversor en España y principal destino en inversión directa de nuestras empresas. Los intercambios comerciales son muy importantes (unos 44.000 millones de euros anuales) y los flujos turísticos –más allá del impacto de la pandemia– son cada vez mayores, así como nuestros intercambios culturales o las relaciones científicas y tecnológicas.

«No solo se trata de la primera potencia del mundo, sino que EEUU es el principal inversor en España y principal destino en inversión directa de nuestras empresas»

Obviamente somos, como ha dicho el presidente Biden, un “socio indispensable” para la seguridad y la defensa, dada la estratégica importancia de las bases de Rota y Morón. Por todo ello, una estrecha relación bilateral en el ámbito político es muy deseable. Y, además, debemos ser conscientes que fortalece nuestro peso específico en la Unión Europea, desde una vocación atlántica reforzada con la salida de Reino Unido. También en América Latina, con una creciente influencia china que tanto España como EEUU tienen que tomarse muy en serio en una región tan vinculada a su vecino del Norte como a través de la Comunidad Iberoamericana, especialmente en el momento convulso que viven todos los países de la región. Y, desde luego, la relación bilateral es esencial para hacer valer nuestra posición en el Mediterráneo occidental. Basta mencionar nuestra relación con Marruecos o Argelia para ver la relevancia de una buena sintonía con EEUU.

En este sentido, el momento más alto de la relación bilateral fue a partir de 2001, cuando se firmó en Madrid por quien suscribe –entonces ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de José María Aznar– y la secretaria de Estado, Madeleine Albright, con la administración de Bill Clinton, la primera Declaración Conjunta entre ambos países. Nótese que se negoció con esa administración, pero fue asumida plenamente y profundizada por la administración de George W. Bush.

Tenía pues una profunda visión “bipartisana” por ambas partes, ya que el gobierno español compartió con el Partido Socialista, entonces en la oposición, toda la información y obtuvo su conformidad. La relación entre dos Estados soberanos e independientes no puede basarse en la coyuntura política ni en los vaivenes de la lógica y legítima alternancia de gobierno, sino que debe plantearse como una “política de Estado”, como lo es la política exterior. Sin consensos básicos en este terreno, la política exterior adolece de falta de credibilidad y deja de inspirar la confianza necesaria con los interlocutores.

Lamentablemente, ese consenso interno se perdió en 2004, cuando el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero retiró apresurada y unilateralmente las tropas españolas en Irak, a pesar de que no habían intervenido en la guerra y estaban bajo el paraguas de Naciones Unidas y, además, se permitió aconsejar al resto de aliados que hicieran lo mismo. Previamente, se produjo el famoso episodio cuando el entonces jefe de la oposición no se levantó en señal de respeto a la bandera estadounidense en el desfile militar del 12 de octubre en Madrid.

«La relación entre dos Estados soberanos e independientes no puede basarse en la coyuntura política ni en los vaivenes de la lógica y legítima alternancia de gobierno, sino que debe plantearse como una ‘política de Estado’»

Cabe decir que Rodríguez Zapatero, ya en calidad de expresidente del gobierno, ha seguido manifestando su animadversión hacia EEUU, apoyando a regímenes tan antinorteamericanos como Cuba o Venezuela o recomendando la necesidad de que Europa se uniera a China para hacer frente común a la hegemonía de nuestro principal aliado. Actitudes que no ayudan a generar de nuevo un clima de confianza mutua. Como tampoco ayuda el hecho de que miembros del actual gobierno de coalición sean claramente contrarios a la Alianza Atlántica y al propio EEUU. Todo esto se ha visto con meridiana claridad a raíz de la agresión rusa a Ucrania, culpabilizando a la OTAN y pidiendo una “paz” que no es otra cosa que una rendición de Ucrania y la cristalización de una situación de facto que premia la violación del Derecho Internacional y el uso injustificado de la fuerza militar para conseguir objetivos geopolíticos, posibilitando futuras agresiones.

Por ello, es remarcable que, en los márgenes de la Cumbre de Madrid, se haya firmado otra Declaración Conjunta que, recogiendo el espíritu y los objetivos de la de 2001, se haya adaptado a las nuevas circunstancias, aunque sin más concreciones que las relativas a la defensa. Es un mérito, sin duda, del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Se trata de una declaración que refuerza la respuesta multilateral ante el desafío de Rusia y muestra un firme apoyo a Ucrania, defiende un orden internacional basado en normas, comparte los objetivos de la Agenda 2030, y “anima” a China a cumplir sus compromisos en los organismos multilaterales, contribuir a la seguridad internacional y cooperar en la provisión de bienes públicos globales como el cambio climático, la biodiversidad y la igualdad de género.

La nueva declaración se propone intensificar la cooperación en seguridad, incluyendo la lucha antiterrorista, el narcotráfico y la trata de personas, así como la ciberseguridad y el ciberespacio. También promover una migración segura, ordenada y regular, tanto en América Latina como en el Norte de África, la lucha contra el cambio climático en el marco del Acuerdo de París, así como la mejora de la seguridad energética y del suministro de minerales críticos, promoviendo cadenas de suministro resilientes.

Asimismo, se pretende una mayor cooperación en el ámbito comercial (donde mantenemos aún algunas diferencias por los aranceles establecidos por la anterior administración estadounidense), fiscalidad empresarial (en el marco de la OCDE) y en el terreno digital, científico y tecnológico.

Finalmente, se promueve una mayor cooperación política, con consultas regulares entre el ministerio de Asuntos Exteriores y el Departamento de Estado, así como entre los dos gobiernos, en la perspectiva, además, de la próxima presidencia española del Consejo de la UE del segundo semestre de 2023. Objetivos muy generales todos ellos, pero que enmarcan una voluntad clara de colaboración y de mejora de la relación bilateral.

«La fiabilidad y la confianza cuestan mucho construirlas, pero perderlas puede ser muy rápido»

La declaración del 2001 era más concreta en algunos puntos (como los contactos entre presidentes, el intercambio de información, la actualización del Acuerdo de Extradición o la promoción de la enseñanza del inglés en España y del español en EEUU).Y dio lugar a la mejor relación bilateral que hayamos mantenido nunca. Hay que esperar que se recupere aquel nivel, aunque sea parcialmente.

En ambas declaraciones, los temas de defensa fueron cruciales, estableciéndose incluso en 2001 un Comité Bilateral de Defensa de Alto Nivel, en el marco de la revisión del Convenio de Cooperación de Defensa. Ahora se acuerda, de nuevo en ese marco, el establecimiento permanente de dos destructores estadounidenses adicionales (a los cuatro existentes) en la base de Rota, para el fortalecimiento del escudo antimisiles. Queda pendiente la aprobación parlamentaria. Los socios de gobierno y parlamentarios del Partido Socialista ya han anticipado su voto negativo. Afortunadamente, la oposición encabezada por el Partido Popular ya ha confirmado su voto favorable, en un claro ejercicio de responsabilidad y sentido de Estado.

Es cierto que en la fase final del gobierno de Rodríguez Zapatero se ofreció a EEUU aumentar la presencia militar en la base de Rota, y que hubo una cierta mejora durante el gobierno de Mariano Rajoy. Pero, el hecho de que llegara Donald Trump a la Casa Blanca no solo no ayudó sino que empeoró las cosas (con España y, en general, con los aliados occidentales).

La declaración bilateral de 2001 posibilitó que el primer viaje a Europa del nuevo presidente Bush empezara por España, en una visita bilateral de gran profundidad, algo que no había sucedido antes. Ahora se ha producido, por primera vez en las dos últimas décadas, en el marco multilateral de la Cumbre de la OTAN.

Vamos en la buena dirección. Ojalá se pueda ir más allá y el claro compromiso de España con la OTAN o el cambio repentino –poco explicado y pésimo en las formas– de la posición española sobre el Sáhara han podido contribuir a restablecer una mínima confianza. Pero la política exterior, la credibilidad y la confianza se construyen paso a paso, con perseverancia y coherencia. Para ello, debe consensuarse con el principal partido de la oposición y alternativa de gobierno, y en el marco del Parlamento.

Si no se hace así, todo podría resultar, de nuevo, un intento fallido. Y no nos lo podemos permitir. La fiabilidad y la confianza cuestan mucho construirlas, pero perderlas puede ser muy rápido. Que la Cumbre de la OTAN, organizativamente muy exitosa para España, no sea flor de un día. Deben mantenerse los compromisos asumidos de forma leal y firme, así debe exigírsele también a la alternativa de Gobierno. Sobre su posición, afortunadamente, no tengo la menor duda.

martes, 28 de junio de 2022

«Pepe Atencia siempre decía, la Virgen de la Victoria es de Málaga».


Ante el décimo aniversario del fallecimiento de Pepe Atencia, quien fuera Hermano Mayor de la Victoria durante un cuarto de siglo, Antonio Márquez invita a los micrófonos del podcast VICTORIA, GLORIA A TI a su sobrino, Pablo Atencia. Ambos repasan la historia de este cofrade inolvidable que afirmaba que la Virgen de la Victoria era de Málaga. Aquí puedes escuchar el podcast.

lunes, 27 de junio de 2022

El Ejército del Aire cambia de nombre tras 83 años y pasa a llamarse Ejército del Aire y del Espacio.



El Gobierno toma esta decisión para "hacer más visibles" los esfuerzos de "adaptar la defensa del país a esa nueva realidad"


Aviadores del Ejército del Aire.


El Gobierno acaba de anunciar su decisión de cambiar, tras 83 años de historia, la nomenclatura del Ejército del Aire, que pasará a denominarse Ejército del Aire y del Espacio. 

Se trata de una decisión tomada por el Gobierno para "hacer más visibles" los esfuerzos que se están tomando para "adaptar todos los dispositivos y la defensa del país a una nueva realidad", repleta de nuevos desafíos, en mayor medida en materia de ciberseguridad. 

La decisión la ha anunciado este lunes la portavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez. "Tiene el trasfondo de una apuesta estratégica de este Gobierno. Hemos hecho una apuesta especial e importante por la industria aeroespacial".

"Es un sector estratégico para España -continuaba la portavoz-, por lo que significa su producción, por el ecosistema que genera en torno a él, en base a la innovación y del mercado laboral". 

Dos años

El cambio de esa nomenclatura ha suscitado en los dos últimos años un intenso debate en el seno del Ministerio de Defensa sobre la conveniencia o no de su modificación.

En 2019, la ministra de Defensa Margarita Robles expresaba con claridad a las preguntas de la prensa que "el futuro pasa por la unión del Ejército del Aire y del espacio", puesto que "no se puede contemplar el siglo XXI sin obviar el espacio".

[Defensa estudia cambiar el nombre del Ejército del Aire para adaptarlo a sus funciones en el espacio]

Con ello Robles reflexionaba sobre los desafíos que, para la seguridad, plantea el espacio y ante los que no se pueden adoptar posicionamientos exclusivamente nacionales, porque de esta esfera "depende nuestra seguridad y nuestra vida".


Por ello, reconoció que en el seno del Ejército del Aire existe un debate acerca de su denominación con el objetivo de cambiar su nomenclatura y pasarse a llamar Ejército del Aire y del Espacio, una posibilidad que no desdeñó, debido a que "el espacio forma parte de nuestra seguridad y de nuestra vida".

Esa es una denominación con la que ya cuenta, por ejemplo, la fuerza aérea de Francia, uno de nuestros países vecinos.

También el Jefe del Estado Mayor del Aire (JEMA), el general Javier Salto, ha puesto en ocasiones de manifiesto la importancia que ha adquirido el espacio en las últimas décadas, siendo este un nuevo escenario en el cual las amenazas y los desafíos están siendo abordados por las grandes potencias mundiales.

También él era partidario de efectuar este cambio de un nombre que había permanecido invariable en sus 83 años de historia, desde su creación en 1939.

En los últimos tiempos, las funciones del Ejército del Aire se han extendido más allá de la seguridad aérea. Sobre su personal han recaído el análisis y la neutralización de amenazas distantes.

Basta con mirar los últimos informes del Departamento de Seguridad Nacional (DSN), en los que ya hablan de la "seguridad aeroespacial" y no de la "seguridad espacial", como en ediciones anteriores.

El Ejército del Aire cuenta con aproximadamente 23.000 efectivos. La tecnología ha sido clave en el devenir del cuerpo militar en las últimas décadas, si bien los últimos años ha supuesto un reto para la estructura castrense.



viernes, 24 de junio de 2022

El Coronel Enrique de Vivero analiza la falta de mandos en unidades militares de élite ¿Qué está pasando?.



LA OTAN Y ESPAÑA, por el General de división Juan A. Moliner González, dentro del 1º ciclo AEME 2022.





General Juan Antonio Moliner González

Con la celebración en Madrid el pasado 30 de mayo del 40 aniversario de la incorporación de España a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, como miembro 16 de la Alianza, se ha mostrado de forma palmaria una de las características relevantes de la presencia de nuestro país en la OTAN y que ha sido la excesiva peculiaridad de nuestra participación en la misma durante mucho tiempo y que, hay que lamentar, parece que aún persiste.

En este caso, dicha originalidad ha consistido en que el gobierno de España, o más bien una parte del mismo, ha celebrado el mencionado aniversario mientras que otra parte no solo no ha participado, sino que se opone a la celebración de la Cumbre que la Alianza va a celebrar en Madrid los días 29 y 30 de junio e incluso plantea contrarrestarla con una paralela Conferencia por la Paz.

Decisión, la de oponerse a una reunión de enorme alcance político y estratégico en la que se aprobará en nuevo Concepto estratégico, tras el vigente de 2010 y que se reclama para hacer frente a todos los cambios geoestratégicos sufridos en las relaciones internacionales, en unos momentos en que Occidente parece encontrar una gran unanimidad en las políticas de seguridad y defensa ante la agresión injustificada e ilegítima de Rusia en Ucrania, lo que muestra esa dicotomía política e ideológica que desde hace cuarenta años ha presidido la percepción de la opinión pública y la participación de España en la OTAN.

Así, tras la solicitud de adhesión formal a la Alianza el 2 de diciembre de 1981 por el gobierno centrista de Calvo Sotelo, y el ingreso efectivo seis meses después, a pesar de que en esos momentos las encuestas mostraban un muy limitado de la opinión pública del 18%, la llegada al poder en octubre de 1982 de Felipe González y los socialistas paralizó la integración en la estructura militar aliada.

La peculiaridad y fragmentación en clave interna se volvía a mostrar con las reticencias ante el ingreso en la OTAN del gobierno recién llegado al poder y parte importante de la opinión pública española, algo que no ha ocurrido con las sucesivas incorporaciones de otros países europeos, tras el fin de la Guerra Fría, a la Alianza.

La OTAN, debe asumirse, no cubre todos los intereses estratégicos de España y parece lógico pensar que esas visiones y fragmentación política interna no cabe duda influyeron que, en el proceso de negociación para la adhesión a la Alianza, se excluyera la aplicación de la cláusula de defensa colectiva a nuestras ciudades del norte de África, en coherencia con una lectura estricta del Artículo 6 del Tratado de Washington.

Sin embargo, las objeciones ideológicas comentadas no pudieron superar la confrontación con la evidencia de que la mejor defensa de los intereses nacionales -la democracia se había instalado en España desde 1978 y por historia, cultura y política, formábamos parte del mundo occidental- significaba asumir los costes que supone la defensa de unos valores. Y esto exigía formar parte de la OTAN, como alianza militar, y de las instituciones europeas como organización política supranacional.

Esa singularidad española llevó a la celebración del referéndum del 12 de marzo de 1986, si bien condicionado, siempre nuestras condiciones especiales, a la no entrada en la estructura militar, a reducir la presencia militar estadounidense en España y a la prohibición de almacenar o instalar armas nucleares en nuestro territorio. Como curiosidad cabe decir que en la papeleta del referéndum no aparecía la palabra OTAN y sí Alianza Atlántica. Lo ajustado del resultado final positivo (56,85 SI frente a 43,15 NO) ha contribuido a que en la opinión pública la visión de nuestro papel en la OTAN se mantenga como asunto polémico hasta nuestros días.

Pero las exigencias de las relaciones internacionales y nuestro posicionamiento claramente occidental, desde lo unilateral a lo multilateral como inevitable retorno de España a la Europa democrática de los derechos y las libertades, hicieron que se fuera haciendo una interpretación laxa de algunas de esas condiciones. Así, la participación en misiones OTAN, desplegadas por nuestras Fuerzas Armadas desde 1992, incluyendo la participación con medios aéreos en la primera operación de combate de la OTAN en su historia -la campaña aérea en Bosnia Herzegovina en 1995-, la aparente contradicción de que un español, Javier Solana, se convirtiera en Secretario General el 5 de diciembre de 1995, o incluso la celebración de una Cumbre de la OTAN en Madrid los días 8 y 9 de julio de 1997, llevaron a que el 2 de diciembre de 1997 España ingresara en la estructura militar y en 1999 militares españoles se incorporaran a los cuarteles generales y resto de estructuras de la OTAN, participando activamente en todos los organismos de planeamiento y toma de decisiones.

Se llegaba, por fin, a una situación de relativa normalidad en la participación militar de España en la Alianza Atlántica y que ha supuesto que más de 125.000 militares españoles hayan participado en 21 misiones, además de la existencia de estructuras OTAN en nuestro país como son el Centro Combinado de Operaciones Aéreas desplegable en Torrejón, el Centro de excelencia Contra Artefactos Explosivos Improvisados y los cuarteles generales de alta disponibilidad, el marítimo a bordo del buque Castilla con base en Rota y el terrestre en Bétera.

Esta relación especial de España con la OTAN se pone claramente de manifiesto si se analizan nuestras Directivas de Defensa Nacional, el documento que durante mucho tiempo ha sido el más importante en nuestro país para fijar esa política pública esencial que es la de Defensa. Mientras las Directivas publicadas bajo gobiernos socialistas hacen hincapié en el estrechamiento de las relaciones con Europa, incluidas sus políticas de seguridad y defensa, las emitidas por gobiernos populares reafirman de forma clara, además, el compromiso con la defensa colectiva que supone la OTAN.

Sí parece claro que desde el principio de nuestra adhesión a la OTAN hubo una evidente omisión en explicar a los españoles que la alianza es elemento clave para proteger los valores occidentales, amenazados hoy como antes, y que la invasión rusa de Ucrania tan evidentemente ha puesto sobre el tablero internacional.

De igual forma, como el propio gobierno español acaba de poner de manifiesto con sus contradicciones internas sobre la Alianza, la opinión pública, incluso la especializada, mantiene abundantes prejuicios ideológicos, en parte apoyados por la consideración de que la OTAN defiende sobre todo los intereses norteamericanos, que reafirman esa peculiaridad española que constituye el hilo conductor de estas reflexiones. No puede sorprender que, de algún modo, esto haya provocado entre los aliados una extraña sensación de socio poco fiable y sometido a oscilaciones en una cuestión clave de estado como es la política de seguridad y defensa.

Consecuencias de esta singularidad española han sido el desconocimiento del gran público sobre el funcionamiento interno de la Alianza y sus mecanismos de voto y posibilidad de bloqueo de decisiones, las habituales limitaciones en cometidos de las fuerzas militares españolas que participan en misiones OTAN y el hasta ahora poco entusiasmo de la opinión pública española por la Alianza Atlántica, algo que choca con el interés que, en estos días, están manifestando países tan tradicionalmente neutrales como Suecia y Finlandia.

Quizá esto también nos haya hecho perder el protagonismo que, dentro de la OTAN, nos debería corresponder en las relaciones internacionales por nuestra situación geográfica y estratégica, cultura e historia. Cabría esperar de nuestros líderes políticos que se aprovechara la celebración en España de la importante próxima Cumbre de la OTAN, al final de este mes de junio, para informar y desarrollar en los ciudadanos la conciencia de que ahora, más que nunca como demuestra la guerra en Ucrania, formar parte de una organización que asegura la defensa colectiva de nuestros valores, principios y forma democrática de vida, respetuosa con los derechos humanos y el derecho internacional, está por encima de ideologías y posicionamientos políticos particulares.

               General de División (R) Juan A. Moliner González                                                      

  Asociación Española de Militares Españoles

jueves, 23 de junio de 2022

El presidente de honor del PP en Málaga, Joaquín Ramírez, invitado de honor en la comida este viernes de la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios.




Joaquín Ramírez.

Buen ambiente y camaradería a raudales. Estos serán sin duda los ingredientes de la comida que la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Málaga (calle duquesa de Parcent, 15)  celebrará mañana viernes. Sin duda, un encuentro emotivo que contará, como ya es habitual, con la presencia de destacadas personalidades de la vida malagueña, entre ellas el presidente de honor del PP malagueño, Joaquín Ramírez, un icono para los conservadores de la provincia. Para conocer la dimensión moral de Ramírez, baste las manifestaciones del director de AD, Armando Robles: “Joaquín es un monumento al tesón y al compromiso ético con los valores eternos. Su nombre debería estar en el frontispicio del edificio de la dignidad humana. Es de los políticos que más he admirado y valorado”.

No podemos ignorar a dos de los factotum de la entidad legionaria malagueña: su vicepresidente Pepe Cobo y Enrique Guerrero, responsable de las relaciones institucionales, dos personajes acrisolados por un permanente compromiso ético con los valores que subliman la condición humana. Y es precisamente la sublimidad humana lo que distingue de otros colectivos a los caballeros legionarios, cuyo compromiso ético con España y con las mejores causas, le convierten en una de las instituciones militares más prestigiosas del mundo. Y es al hablar de La Legión que tengamos que hablar de Málaga. La Legión y Málaga conforman un ejemplar binomio, como ayer se puso de manifiesto al calor de los recuerdos y al dictado del pasado legionario de muchos de los comensales.

Durante este entrañable encuentro percibimos lo evidente. Pasan los años, se envilece todo, y La Legión nos sigue mudando de barrio durante unas horas. Si quisiéramos aprender de ellos, de los que por ser legionarios de raza no dejarán nunca de ser personas cabales y españoles decentes, su ejemplo serviría para reorientar nuestras pobres vidas, en muchos casos egoístas y vacías, hacia fórmulas morales que pudieran resumirse en el elogio de la lealtad y el compañerismo como linimentos para la musculatura social española. También nos podrían proyectar su luz sobre los adecuados lugares, en ellos comunes, a los que sería aconsejable enviar a muchos de nuestros jóvenes, o sobre la conveniencia de hacer del compañerismo y la recta disciplina una saludable forma de vida.

Debemos agradecer a la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios que todos sus actos sean señal de fe, de corazones enteros, de hombres cabales.

Los organizadores del encuentro gastronómico esperan que esta nueva actividad sirva para unir más si cabe los lazos entre La Legión y la sociedad civil malagueña.




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